fotografía rafael villar
Valdemorillo, 8 de febrero de  2020 
 Una tarde con Juan Ortega

      Acercarse hasta niveles íntimos a estos seres sobrenaturales, no hablo de fantasmas, espectros o duendes, si no de toreros, es un privilegio al que no estoy acostumbrado, ni la mayoría de los mortales. Eso de disfrutar de su cercanía, en el silencio respetuoso que requiere el rito de vestirse de luces, es un honor que he podido disfrutar en muy contadas oportunidades.

      En esta ocasión ha sido el destino el que se ha aliado conmigo y me ha permitido acompañar al torero Juan Ortega, en la liturgia, sagrada y mágica, íntima e inaccesible, de ataviarse con el vestido de torear.

      Unos días antes del encuentro con el torero, me había llamado su mozo de espadas. José Javier Cortés, un dechado de sencillez y cordialidad, para organizar mi encuentro con Ortega.

      Según me acercaba al lugar de reunión, un hotel en Villanueva de la Cañada, iba recordando la primera y única vez que había estado por estos lares, largo tiempo ha, en menesteres más mundanos y menos trascendentes que estos de la tauromaquia, acompañando a un amigo que seguro estará viendo toros en las plazas del cielo…

      A la hora en punto, aparecen el torero y su mozo de espadas y tras los saludos de rigor, me piden esperar unos minutos antes de unirme a ellos en la habitación del hotel, donde se iba a proceder al rito atávico de vestir a un torero de luces, para comenzar la temporada en la cercana plaza de Valdemorillo, dónde Juan Ortega, con el toro de nombre “Sucesor”, de la ganadería de Alcurrucén, dará el pistoletazo de salida a la temporada 2020 en España.

       ¡Quién espera, desespera! y los pocos minutos que tardo José Javier en llamarme, se hicieron eternos. Ya en la habitación, ocupada por el torero, un amigo de éste y el propio mozo de espadas, les ruego que prosigan sus tareas como si yo no estuviera allí, y así inicio mi crónica fotográfica ante la amable actitud de los presentes, que sin prisas, pero sin pausa, van componiendo el aliño de las vestiduras sobre el fino y nervudo cuerpo del torero, verificando ese rito ancestral, casi religioso. 

      En un momento dado el torero pregunta: 

¿Qué hora es?

       Mozo de espadas:

 Son las cuatro Juan…

      Al rato de nuevo el torero:

 ¿Qué hora es?

       y José Javier absorto en su tarea, le contesta que son las cuatro y diez, sin mirar el reloj, acierto pleno.

       El rito va finalizando y se evidencia en esa inquietud horaria que muestra el torero, cada vez más circunspecto, sabiendo que se acerca la hora de la verdad.

       Antes de vestirse la chaquetilla, Juan nos pide amablemente que abandonemos el cuarto y así lo hacemos. Son esos momentos íntimos que el torero necesita para sí mismo: presente, pasado y futuro, minutos de introspección, de reflexión, de meditación.  

      En el entreacto, aprovecho y hago unas fotografías a la cuadrilla, todos ya preparados, expectantes ante lo que se avecina: saludos y deseos de suerte entre ellos y también alguna broma, ¿por qué no?

 ¡Javi!

      ...llama el torero, y entramos de nuevo a la habitación, él de pie, esperando la ayuda de su mozo para ajustarse la chaquetilla, coger la montera y doblarse el capotillo de paseo en el antebrazo…

 ¡la suerte está echada!

  Fdo. Rafael Villar Moyo
Febrero 2020

 

PD: Mi agradecimiento a Macarena Ortega, hermana del torero; al maestro Pepe Luis Vargas, su apoderado; a José Javier Cortés, su mozo de espadas, y muy especialmente al torero, Juan Ortega, por su amabilidad al dejarme compartir un momento tan íntimo y personal como es el rito de vestirse de luces.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Autor: rafael villar moyo
rvmoyo@gmail.com